Se puede pensar la arquitectura como una disciplina que busca, en su ejercicio, alejarse y diferenciarse de lo común y corriente, como el diseño del espacio más allá del uso “espontáneo”. También puede entenderse la arquitectura como una integración en el pensar de lo cotidiano, donde la relación con lo común, la interacción con lo corriente, el vínculo con la comunidad, con sus necesidades y sus usos del espacio, es lo que configura el espacio del arquitecto: como un puente que sólo puede existir en la medida que entre el pensar el espacio y el usar el espacio hay un diálogo, que se complementa con saberes valiosos y mutuamente requeridos para una respuesta única.
Desde esta segunda mirada, la Escuela de Arquitectura de la Universidad de las Américas se vincula el año 2016 con el Programa de Intervención Comunitaria, habitado por las Ciencias de la Salud y las Ciencias Sociales, para buscar en conjunto respuestas más complejas e integrales a las necesidades de las comunidades, considerando que el cómo usamos el espacio tiene efectos en nuestra salud y bienestar y que, lo social y lo material se co-definen y co-construyen constantemente.
En el camino nos hemos encontrado que no basta con el querer. Ni con el querer articularnos interdisciplinariamente ni con el querer aportar a las comunidades. El pensar entre-disciplinar requiere tiempo, intenciones y contar con herramientas que permitan el diálogo. Por otra parte, tampoco basta con querer diseñar y construir algo útil en la comunidad. Nuestros diagnósticos a ratos nos quedan chicos. La posibilidad de pensar la sostenibilidad de nuestras construcciones y la necesidad de considerar la propia agencia de los objetos y las comunidades nos interpelan en estos 3 años de proyectos comunitarios. Podemos pensar un uso, pero el tiempo y ”lo común” definen, finalmente, los usos reales. Usos que a veces son valiosos para algunos, pero que también generan complicaciones para otros; usos que nos invitan a pensar y a aprender sobre lo que no podemos controlar.
Pensar en proyectos diseñados y construidos con la comunidad tiene además el desafío de generar, primero, puentes de confianza que permitan un trabajo conjunto, que articule los saberes de la comunidad con los saberes de la disciplina. ¿Es valioso un proyecto arquitectónicamente impecable que no es sentido, requerido o valorado por la comunidad? Pero, del otro lado, nos preguntamos también ¿es valioso un proyecto que hace sentido a la comunidad, pero que en su diseño tiene problemas que dificultan su uso?
El desafío de pensar la arquitectura de manera colectiva, comunitaria e interdisciplinaria es grande, complejo y lleno de sentidos y aprendizajes sobre la disciplina de la arquitectura, sobre lo común y también, sobre otras disciplinas.