SENSIBLE AL CÓDIGO

REMEDIACIÓN

—María Jesús Schultz
Bordado Shipibo-Konibo. Fotografía de la autora.

El grupo étnico amazónico Shipibo-Konibo describe que, mediante la ingesta de ayahuasca, accede a ciertos códigos en la naturaleza. Estos, hacen referencia a la energía que circula, emana e ingresa en, desde y hacia todo lo existente. Para este pueblo, cada miembro de la naturaleza tiene su propio código, que puede plantearse como “ADN espiritual”(1). Además, desde su perspectiva, estos códigos son susceptibles de alterarse y cambiar su configuración, lo que podría repercutir en forma de cambios abruptos, enfermedad o muerte. Estos códigos se presentan en forma de patrones geométricos, que luego materializan y hacen visibles en diversos soportes utilizando un sistema de diseño llamado kené. Además, tanto los códigos, como los diseños están asociados a un canto sagrado, llamado íkaro. Posterior al ritual, los diseños materializados que conforman el kené operan como el medio que les permite reconectarse con los códigos en la naturaleza, antes facilitados por el brebaje de ayahuasca, y al mismo tiempo, al recorrerlo con los dedos, los guía para expresar un íkaro, que armoniza y restablece aquellos códigos que podrían estar alterados, como, por ejemplo, si un río se seca o si una persona se afiebra.

El proyecto SENSIBLE AL CÓDIGO, propone aprender de la sabiduría y las prácticas del pueblo Shipibo-Konibo, tomando su aproximación como referencia para atender a la manera en queuna serie de operaciones mediales se despliegan y son entretejidas unas con otras, logrando deambular entre dimensiones sensibles y otras, que podríamos llamar “dimensiones codificadas”.

En este sentido, la noción de remediación aquí transita desde la que define la posibilidad de traspasar un contenido de un medio a otro (2), hasta la que define la posibilidad de dar remedio, es decir, de sanar. Consideremos que las visiones que provoca la ayahuasca operan como una interpretación a lo percibido en tanto abstracción codificada presente en la naturaleza. En este sentido, la bebida amazónica estaría funcionando como un medio que posibilita la conexión, percepción e interpretación de una dimensión de la naturaleza a la cual nuestro cuerpo, por sí solo, pareciera no poder acceder.

Así, las revelaciones mediadas por la incorporación de la ayahuasca en el organismo nos son compartidas mediante las inscripciones realizadas en diversos soportes o bordadas en textiles. De esta manera, las visiones se vuelven sensibles, aun cuando no sean del todo comprensibles, en términos de la posible información que acogen. Es probable que, para ojos occidentales, la posibilidad de considerar aquellos patrones como visiones codificadas de la naturaleza, surgidas a partir del brebaje alucinógeno, fascine tanto por su belleza como por su cualidad de indescifrable.

Siguiendo con lo anterior, las personas del pueblo Shipibo-Konibo utilizan los patrones, dibujados o bordados, como un medio táctil para guiar su canto. En palabras simples, podríamos decir que los diseños materializados operan como partituras con ciertas diferencias.

“Los patrones actúan como notación musical de las canciones, pero, a diferencia de la escritura musical occidental, donde cada símbolo indica una nota específica concreta, ya sea en su duración o en su posición, en el contexto aquí importa la melodía cruda y la intención que surge del diseño. La letra es más espontánea y se crea en el momento” (3).

Tampoco podremos comprender su canto si no conocemos su lengua. Sin embargo, este canto es sensible, podemos oírlo e intentar relacionarlo con lo tocado, que es, también, visible. Este canto sagrado es un medio para restaurar los códigos desconfigurados en la naturaleza, humana y no humana. En el documental Woven Songs of the Amazon la persona enferma es descrita como “amarrada con sogas” y emanando un “aire negro. La sanación implica entonces “desatar de los pies para arriba” y lograr que el aire emanado sea “blanco”. Ahora bien, la enfermedad no solo es atingente a los animales humanos, no humanos y otros seres vivos. Actualmente, en nombre del progreso, occidente destruye su hábitat, y el hábitat ajeno, de manera monstruosa. El extractivismo, como práctica económica, se vuelve cultura indiscriminada de rastreo y explotación de materias primas. Por una parte, la búsqueda de lo cotizado traslada enormes máquinas que irrumpen en la naturaleza para separar violentamente las partes deseadas del todo, ya sea troncos del bosque, peces del mar o minerales de la montaña, entre otros. Por otra parte, los procesos de extracción implican contaminación en diferentes formatos, provocada por la acumulación de residuos inevitablemente producidos, pero no queridos, tales como los sólidos que debieron removerse a la fuerza para acceder al objeto de deseo, los líquidos sobrantes de los procesos químicos utilizados para su procesamiento o lo gases emanados en dichos procesos, por nombrar algunos. Así, a grandes rasgos, la tentación por conseguir, a gran escala, aquel material deseado implica una serie de consecuencias nefastas para el medio ambiente y su biodiversidad, que incluye a los humanos.

En la extracción minera, los materiales deseados comúnmente se utilizan para el desarrollo tecnológico. De cierta manera, a más desarrollo tecnológico, mayor capacidad de extracción y a más capacidad de extracción mayor progreso tecnológico.  En otras palabras, la extracción de minerales es por (o gracias a) la tecnología y para (o con el objetivo de) la tecnología. En este sentido, los humanos somos un eslabón tan pasivo como activo de esta cadena de producción, ya sea porque estamos implicados directamente en el proceso de extracción o porque utilizamos medios de transportes, luz eléctrica, computadores, celulares entre muchos otros aparatos tecnológicos.

Menu