ACADEMIA COMO PRÁCTICA

5 SUPUESTOS SOBRE LA ACADEMIA COMO PRÁCTICA ESPACIAL CRÍTICA, DESDE LA EXPERIENCIA DE LOS TÍTULOS PRÁCTICOS

—Fernando Portal

01 Mas allá de lo extraordinario

Enseñar la arquitectura como algo común y corriente, supone desplazar su entendimiento y su aplicación fuera de lo exclusivo y lo extraordinario. Para esto es necesario diluir la arquitectura en un campo de ensambles complejos, donde las parcialidades de cada disciplina ya no son suficientes ni como herramientas, ni como objetivos.

Mas aún, estos corrientes campos de lo común –que definen cómo el espacio es socialmente producido, vivido y percibido– requieren de múltiples marcos y herramientas para ser comprendidos e intervenidos. Es desde esta visión, que la enseñanza de la arquitectura como algo común y corriente, requiere de su interacción con los procesos de enseñanza de otras disciplinas, también implicadas en el análisis y en la producción del espacio.

Los Títulos Prácticos, desarrollados por la Escuela de Arquitectura como parte del programa de Intervención Comunitaria de la Universidad de las Américas en Santiago de Chile, han implicado ejercer este desplazamiento como proyecto pedagógico. Presentados a los estudiantes como una modalidad de titulación, estos han permitido desarrollar una experiencia docente transdisciplinar enfocada en la integración de herramientas y proyectos de arquitectura en procesos de trabajo e intervención social de múltiples dimensiones.

02 Después de la “arquitectura chilena”

Diluir la arquitectura de esta forma, implica avanzar en la formación de nuevos métodos proyectuales, donde las herramientas de la arquitectura confluyen con las de la geografía, la planificación urbana, la economía, la sociología, el trabajo social, y la psicología, entre otras.

Esta mirada, capaz de percibir y enfocar las relaciones que las comunidades establecen con los territorios, ha sido sostenida sobre el espacio urbano, deteniéndose en una serie de espacialidades específicas. Contextos cuyas condiciones de producción social presentan conflictos territoriales y/o comunitarios que pueden ser abordados participativamente.

Este foco transdisciplinar sobre el espacio urbano, implica dejar atrás las figuras más persistentes de la tradición académica en la pedagogía arquitectónica, tales como: la idea del proyecto como un sistema autónomo, la idea del contexto como paisaje –y en ese sentido, relevante solo desde sus características visuales– y la idea de la materia como lenguaje.

03 Contra el solucionismo arquitectónico

En sus múltiples encuentros con otras disciplinas como parte de procesos de modernización y desarrollo, el proyecto de arquitectura ha tomado diversos roles, generando a su vez distintos resultados. Hay en esta relación una larga historia de experiencias, en las que es tan posible identificar aprendizajes, como contradicciones.

Esquemáticamente, gran parte de las contradicciones observables entre el discurso disciplinar y los resultados sociales de los proyectos, pueden vincularse en primer lugar a la distancia que los expertos mantienen respecto de los agentes sociales que son el objeto de su intervención. Los derroteros de esta distancia, pueden identificarse también en la crítica a los límites éticos del arte comunitario, la burocratización de la participación ciudadana, la instrumentalización especulativa del urbanismo táctico y las excepcionalidades políticas, éticas y estéticas de la autoconstrucción. Frente a esto, el programa plantea el ejercicio de una práctica situada, en la que el estudiante participa directa y colectivamente en la organización del proyecto con las comunidades con las cuales trabajará, generando procesos participativos de diseño y testeo.

En segundo lugar, estas contradicciones son atribuibles también a la persistencia del mito moderno –sostenido en este caso por los propios arquitectos– respecto de la capacidad de la arquitectura de entregar soluciones a problemáticas sociales. Concebir el proyecto de arquitectura inscrito en una dialéctica necesidad-solución, implica desconocer la relevancia de problemáticas sociales sistémicas las que superan los alcances materiales de la arquitectura. Encontramos el origen de este error en el entendimiento de la disciplina como una esfera autónoma –y en ese sentido completa en sí misma– y en el posterior traslado de esta misma condición al “habitar” que de ésta se haga, experiencia que debería darse por completa, sólo desde lo que la arquitectura entregue. Esto no es así. Frente a este límite material, el programa plantea el entendimiento del proyecto de arquitectura y sus procesos como una herramienta de diagnóstico. Es decir, como una herramienta participativa y temporal que permita ajustar y poner en marcha procesos multidimensionales de intervención e interacción comunitaria.

Adicionalmente, este desplazamiento conlleva el abandonar la retórica de las historias de éxito –tan comúnmente presentes como clave en la difusión y en la construcción de debates arquitectónicos en base a portafolios– y su sustitución por procesos abiertos y críticos de evaluación y aprendizaje común, como el que aquí se ejercita.

04 De la simulación a la autogestión

De este modo, el desarrollo de un proyecto de Título Práctico, implica para el estudiante participar directamente en un proceso colectivo e interdisciplinario, orientado al desarrollo de un proyecto de arquitectura. Proyecto que es entendido como un detonante de un proceso de diagnóstico, a través de su capacidad de evidenciar conflictos y desafíos. Esta experiencia académica, implica salir del aula y de las prácticas pedagógicas propias de la arquitectura –tales como el taller, el trabajo en base a representaciones prescriptivas, y la simulación– para salir a la calle.

Este enfoque contextual, propio de una práctica situada, implica el desarrollo y ejercicio de capacidades de organización por parte del estudiante. No sólo con las comunidades participantes –en conjunto con el apoyo brindado por profesores y tutores del Programa de Intervención Comunitaria– sino también la identificación, desarrollo y organización de las lógicas conducentes al diseño, la construcción y la activación de un proyecto de arquitectura.

Es así que desde la práctica, se desarrolla una experiencia que –si bien se encuentra aún circunscrita a un marco académico– acerca a los estudiantes a la relación de mutua influencia entre conceptos teóricos y realizaciones prácticas, que se manifiesta en el desarrollo de un proyecto desde su conceptualización hasta su puesta en marcha. Después de todo, el lugar de la teoría ES la práctica.

05 La academia y la construcción de bienes comunes

Si bien puede decirse que la experiencia de los Títulos Prácticos traslada al espacio de la academia, complejidades más próximas al ejercicio profesional de la arquitectura, este traslado es sólo parcial. Una de las dimensiones de lo profesional que este ejercicio no considera, tiene que ver con la mercantilización del diseño arquitectónico, reserva que permite entre otras cosas, que los estudiantes desarrollen un proyecto de arquitectura sin establecer relaciones transaccionales con las comunidades con las que trabajan.

Este espacio de excepción, ha implicado por un lado, la restricción de trabajar desde lo que está a la mano, y por otro, la posibilidad de proponer equipamiento comunitario para el desarrollo de prácticas socio-espaciales que no necesariamente estén relacionadas con ámbitos productivos en un sentido estrictamente económico. El resultado de este proceso, coincide en la mayoría de los casos con un equipamiento comunitario autogestionado, el cual puede reconocerse bajo la lógica de los comunes.

Así, entendido como un bien común, el equipamiento construido es también un proyecto que queda abierto tanto para los usos que guiaron su concepción original, como también –y quizás sobre todo– para su apropiación, reapropiación, mantención, reconversión o incluso su destrucción por parte de las comunidades para las que fue producido.

De esta forma, este proyecto pedagógico, plantea la acción colectiva en espacios públicos para el desarrollo de un equipamiento común, como un modelo de acción sobre el cual basar una práctica espacial crítica desde la academia.

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Contenedor de exposición «Academia como práctica», utilizado como barricada durante el estallido social. Fotografía: Juan Pablo Urrutia.

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Performance «Academia como práctica» durante la inauguración de la XXI Bienal de Arquitectura y Urbanismo en Santiago

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