La intervención trabajó en torno al cerro Polanco y sus habitantes, poniendo en valor su túnel como espacio del diario vivir de la comunidad, utilizando su estructura como un medio de propagación sonora y lumínica de sus propias sonoridades e imaginarios. Esto, con el objetivo de declarar la importancia de este espacio urbano y de su comunidad, ante los procesos de abandono y destrucción creativa, vividos en la ciudad puerto.

La instalación contó con una serie de figuras geométricas anamórficas hechas de luces led, para enmarcar el acceso al túnel y la llegada al ascensor, poniendo en valor el acto mismo de las personas que entran y salen diariamente de este espacio urbano. Además la instalación contempló el trabajo con sonidos recopilados del cotidiano del ascensor: los pasos de la gente, las conversaciones, el agua que gotea y su propio silencio, sonidos que serán devueltos a través de pequeños parlantes dispuestos a lo largo del túnel.

Finalmente, tanto la luz como el sonido fueron controlados a través de sensores de movimiento, permitiendo a los habitantes diarios del cerro, utilizar el túnel como si fuera un instrumento de luz y sonido.