ACADEMIA COMO PRÁCTICA

ABRIR LA PREGUNTA I

—Juan Pablo Corvalán

En el contexto de una Bienal que aboga por una arquitectura “común y corriente”, pero que se instala en un barrio como Franklin, en pleno proceso de gentrificación y especulación de valor del suelo, con un evento “excepcional y exclusivo” (custodiado por policías), es que surge la pregunta de cuáles son las manifestaciones espaciales que realizamos como disciplina fuera del campo del encargo comercial.

Así es que se plantea, más que obedecer a unas instrucciones curatorioles (típicamente cargadas de contradicciones exponenciales y autores tratando de resaltar) o entregar una respuesta cerrada en un discurso de autopromoción, como Escuela de Arquitectura y Academia Espacial UDLA, abrir una pregunta. Literalmente, al interior del carro callejero al cual todas las escuelas de arquitectura fuimos obligados a intervenir –para resguardar una hegemonía estética exterior– insertamos la pregunta: ¿Academia como práctica? con algunos ejemplos propios y extractos de reacciones preliminares por parte de invitados partícipes de la discusión disciplinar en el contexto social y espacial del siglo XXI. Durante la inauguración, intervenimos el carro, recortando sus paneles para visibilizar la pregunta desde el exterior, como un acto de expresión en el espacio al contexto y como metáfora de explícitamente “abrir la pregunta”.

Lo expuesto, a diferencia de un acto de simple rebeldía estética, inaugura una serie de actividades e iniciativas que toman como fondo la pregunta acerca de cómo aportar a las problemáticas socioespaciales más allá del ejercicio profesional cooptado por lógicas comerciales de aumentar el valor del suelo.

El llamado fue a enviar textos, participar de conversatorios y debates a distintos actores desde dentro y fuera de la disciplina de la arquitectura. Se trataba de no solamente abrir una pregunta, sino además nuevas miradas para reflexionar y eventualmente revisar cómo operar en la complejidad actual desde la arquitectura.

La participación en la Bienal, más que una instancia para exhibir contenidos, se transforma así en un medio para generarlos: un llamado a verificar la hipótesis que sostiene que la mejor manera de constituir Academia no es tener como fin formar arquitectos, sino realizar un aporte desde la disciplina a la sociedad y que, por medio de este proceso, no sólo se educan futuros arquitectos, sino también actuales profesores. Se trata, en definitiva, de una retroalimentación continua entre reflexión y acción, una puesta a prueba teórico-práctica en la realidad espacial, constituyendo una arquitectura dialéctica.

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