ACADEMIA COMO PRÁCTICA

BOTAS EMBARRADAS

—Arjen Oosterman

El programa de Títulos Prácticos de la Escuela de Arquitectura UDLA se basa en el supuesto que la arquitectura es (o debería ser) “arraigada en lo real”, o como uno de mis profesores solía decir –en lo real, no sólo en el mercado inmobiliario o en proyectos prestigiosos– . Esto requiere de una actitud y de una ambición que sea audaz y modesta al mismo tiempo. No es algo menor el imaginar que uno es capaz (como profesional) de ayudar a la gente a influir en la mejora de su vida y su entorno. Sin embargo, al hacer esto, el (futuro) arquitecto debe aceptar que el resultado no será necesariamente espectacular o fácilmente identificable. Al trabajar “con y en el barrio”, y al considerar problemas en lugar de tareas, el autor generalmente se diluye en medio de los factores y procesos del contexto, por lo que la misma noción de “autoría” cambia de individuo a agente. Por lo tanto lo que se esta impulsando acá es un entendimiento bastante específico de la agencia de la arquitectura, promoviendo una aproximación multidisciplinaria sobre estas situaciones, desde el comienzo.

Al observar los distintos proyectos propuestos y desarrollados bajo este programa, se reconocen esquemáticamente dos tipos de intervenciones. Cabe aclarar primero que cada proyecto de arquitectura es una intervención (y por lo tanto una acción política), y cada proyecto arquitectónico es violento en una forma u otra, por lo que estos no son los temas a debatir aquí. El tema fundamental es de qué manera(s) puede uno interactuar con un contexto, teniendo como punto de partida un foco en lo social y en el usuario.

Estos dos tipos de intervenciones se diferencian entre las que “proveen” y las que “provocan”: buscando tanto regular como desafiar. Por un lado, reorganizar un espacio urbano confuso y transformarlo en una agradable plaza pública, provee a la comunidad de un equipamiento. Por otro, el añadir bancas en la forma de pequeñas cajas de distintas alturas, introduce “ocasiones” o “provocaciones” para el desarrollo de inter(acciones). Ambas estrategias pueden ser reconocidas en el programa de titulación.

Desde mi punto de vista, el mayor obstáculo a superar es la presencia del proyecto. Los arquitectos tienen dificultades para hacerse a un lado: por lo general, quieren cambiar lo que enfrentan y tienden a enfocarse demasiado en el proyecto mismo, más que en lo que supuestamente tenían que mejorar. Bancas diseñadas elegantemente son buenas, es cierto, pero un tronco de árbol puede ser igualmente apto. “Diseñar” no es siempre necesario. Sin embargo, lo que está muy presente en el proyecto es un lúdico ingenio, y una ligereza de medios y de presencia que puede relacionarse con el bajo presupuesto con el que el estudiante debe lidiar. Este planteamiento puede entregar como resultado, proyectos enriquecidos con cualidades adicionales que no necesariamente están presentes en la condición original. Esto, ciertamente con todos los riesgos implicados.

Uno de los proyectos, centrado en temas de seguridad y de definición territorial de espacios públicos en la periferia de la ciudad, añadió una reja enriquecida con varias posibilidades de interacción: sentarse, jugar ping-pong, transgredir el borde, marcar con grafiti y más. El proyecto funcionó durante un breve tiempo, hasta que fue destruido por un vecino irritado por el chirriante sonido de uno de sus componentes. Despídanse de las ambiciones sociales y de la ambigüedad, y démosle la bienvenida a la claridad mono-funcional del borde, con su adentro y su afuera… Estas observaciones no intentan criticar el proyecto ni el modelo educacional, sino sólo indicar que esta pedagogía incentiva a dar el primer paso en un camino que estará lleno de trampas y de caídas, pero que, idealmente, será también el principio de una empinada curva de aprendizaje.

Observándolo desde la distancia, sólo puedo admirar las ideas y realidad que este programa pone en juego. Pienso que aporta mucho a la credibilidad del arquitecto como un profesional que cuenta con una serie de habilidades capaces de contribuir a la sociedad en general y a determinadas comunidades en particular. Para cerrar, una pregunta: si este modelo casi por definición, está orientado a intervenir en una escala pequeña, ¿cómo se pueden abordar entonces los problemas y cuestiones de gran escala que están detrás de las manifestaciones de menor escala que vemos en los proyectos? Este podría ser un interesante próximo paso para el desarrollo de este programa.

Arjen Oosterman

Crítico, curador, historiador de la arquitectura y académico, es editor en jefe de Volume Magazine, una de las más prestigiosas de la disciplina. Oosterman ha contribuido en diferentes medios y plataformas de arquitectura, participando en conferencias internacionales y enseñándo historia de la arquitectura en varias instituciones en los Países Bajos, como la Academia de Arquitectura de Ámsterdam, la Academia de Arquitectura de Groningen y la Escuela Superior de Arte Visual y Diseño de Utrecht. Ha escrito y editado numerosos libros sobre arquitectos y arquitectura contemporánea.

Menú